Hace tres días que llego a casa con la ilusión de acabar de configurar el blog, pero me temo que no voy a acabar nunca. Le he cambiado el nombre tres veces, la dirección otras tantas; he editado y vuelto a editar las cinco míseras entradas que tengo; he jugado con varias combinaciones de colores para al final dejarlo como estaba, he descubierto cómo hacer trampas para poder cambiar la fecha e introducir entradas nuevas como si fueran viejas y viceversa; he cargado y descargado la misma foto infinidad de veces hasta conseguir un resultado que tampoco me acaba de gustar.
— Aaaahh. ¿Tú también tienes un blog?
— No, perdona. Yo sólo configuro.