El lunes pasado a lo tonto a lo tonto me puse a hacer lentejas con cuatro cosillas que tenía por la nevera. Oyes, me quedaron riquísimas. Lo malo es que hice tantas que ahora mismo he tirado lo que no pudimos comernos la semana pasada así que para que no se me olvide que la próxima vez tengo que hacer la mitad, aquí me apunto mi receta, ideada-inventada-diseñada y administrada por mí misma.
1 bote de lentejas cocidas
1 bolsa de acelgas
1/2 cebolla grande
4 zanahorias
1 patata
2 hojitas de laurel
aceite, sal, pimienta, cúrcuma y garam masala
y creo que ya está.
Primero piqué la cebolla y la puse a sofreír en una cazuela, con un chorro de aceite. Luego añadí la patata cortada en cuadritos y las zanahorias cortadas en rodajas. Removí un buen rato y cuando me cansé (porque yo funciono a cansancios e impaciencias) fui añadiendo las acelgas cortadas en tiras finitas. Lo dejé en el fuego unos 20 minutos, añadí una cucharadita de cúrcuma y otra de garam masala, y cuando me pareció adecuado (es decir cuando me harté de remover) añadí agua caliente y las hojas de laurel y dejé que hiciera chup chup un rato más.
En eso llega la P y mete la cabeza en la cocina:
—¡¡¡Mmmmm!!! ¡¡¡Qué bien huele!!! ¿No me digas que estás cocinando?
— Pues sí, aunque no te lo creas. Unas lentejas con verduras la mar de buenas.
—Ah, pero también le pondrás chorizo y morcilla ¿¿no??
—He dicho con verduras.
—Ya, ya, pero también has compr....
—Noooo. Con verduras. Que estoy a régimeeeeeeennnnn.....
Para distraerlo, le mandé abrir el bote de lentejas.
—¿Las añades ya?
—Sí.... ¿no? Supongo que como están cocidas, no tienen que hervir mucho. Bueno digo yo, en realidad no tengo ni idea.
—Pues anda que yo....
Así que las eché. Dejé que hirviera un ratito todo y apagué el fuego. Cenamos lentejas, el día siguiente comimos lentejas y por la noche volvimos a cenar lentejas.
Al otro día, voy a la dietista a pesarme.
—Pues ya me dirás que has hecho. Has ganado 400 gramos.
—No sé... me he portado bien... creo... Porque lentejas puedo comer ¿verdad?
La dietista me mira como si yo fuera subnormal profunda.
—Pues claro que no. Las lentejas son legumbres, y a menos que las quemes enseguida, no puedes comer lentejas.
—Hombre, por favor, ¡¡¡por una vez que no se me queman!!!!
MY CAT AND OTHER FAMILY
De mi vida con un gato que me ocupa la vida
25 de mayo de 2015
7 de marzo de 2015
Mousse de limón, la reina de las fiestas
El huerto de la casa de Beni nos ha dado este año entre mil y dos mil naranjas que me he comido al ritmo de 2 al día y la P al ritmo de no-pararía-de-comer-naranjas al día, o sea bastante más que yo pero oyes, que yo no digo nada eh.
Lo que también nos ha dado este invierno son muchos limones que son más difíciles de comer pero finalmente sólo nos quedan 4, -en un estado bastante lamentable, la verdad- así que he decidido recuperar la famosísina mousse de limón de Bea, el postre rey de todas nuestras fiestas de los años 90, sin el cual no estaba autorizada a presentarse en ninguna, so pena de encontrarse de patitas en la calle.
La receta no puede ser más simplona, con una lista de ingredientes mínima y unas instrucciones dignas de mi talento culinario:
- 4 limones
- 4 limones
- 500 gr de yogur natural
- 250 gr de leche condensada
Hay que exprimir los limones, mezclar el zumo con la leche condensada y el yogur y pasarlo todo por el minipímer. De verdad, en la vida he visto cosa más tonta. Lo más complicado de toda la receta sería calcular la media hora que tiene que estar en el congelador, y si me apuras, abrir la puerta sin que se te caiga al suelo.
Y este es el resultado.
Hay que exprimir los limones, mezclar el zumo con la leche condensada y el yogur y pasarlo todo por el minipímer. De verdad, en la vida he visto cosa más tonta. Lo más complicado de toda la receta sería calcular la media hora que tiene que estar en el congelador, y si me apuras, abrir la puerta sin que se te caiga al suelo.
Y este es el resultado.
20 de febrero de 2015
Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio
Y la verdad es que ha pasado mucho tiempo desde mi último post, y en este tiempo pasaron muchas cosas, y perdí tanto, que escribir me va a costar mucho pero lo voy a intentar.
Vivimos un año en Londres, en este barrio que no voy a decir cuál es:
en esta calle cuyo cartel lo dice todo:
En verano descubrimos que en el sur de Inglaterra hay playas así:
Y llegó el invierno
y luego Navidad
Vivimos un año en Londres, en este barrio que no voy a decir cuál es:
en esta calle cuyo cartel lo dice todo:
En verano descubrimos que en el sur de Inglaterra hay playas así:
Y llegó el invierno
y luego Navidad
8 de agosto de 2013
El gato-pantera (epilogue)
No volví a ver al gato-pantera. Me cansé de estirar las cervicales y sacar medio cuerpo por la ventana, arriesgándome a caerme a costa de asomarme a todas horas. Al final incluso pensé que lo había soñado, o que igual la P tenía razón y era un zorro negro lo que vi. Un día, me dio por cambiar el sofá de sitio para darle espacio al comedor, y lo coloqué delante de la ventana, así que se me hizo más difícil asomarme y dejé de obsesionarme.
En nuestro barrio, la basura solo se puede sacar a la calle el martes y el viernes. Hay dos tipos de basura: la supuestamente reciclable (digo supuestamente porque según la P todo va a parar al mismo sitio), que son los bricks, las latas, los envases de plástico, las botellas, los periódicos, y los papeles, que van en una bolsa naranja que regala el Council. Y el resto, que debe ir en una bolsa de basura de color negro.
Cuando nos instalamos en el flat, intepretar la reglas del Council nos costó una discusión de las gordas:
—¿Qué no lo ves, pedazo de obtusa? Lo dice claramente: NOT THE NIGHT BEFORE.
—¿Y tú, animal de bellota, que no entiendes lo que dice ahí? IF YOUR PROPERTY HAS A REFUGE STORAGE AREA THEN YOU SHOULD USE IT.
—¿Y qué coño es la refuse storage area?
—¡Y yo qué sé! Será el espacio que hay entre las rejas y el edificio, digo yo. Y Kerb debe ser la reja....
—Ya, la reja... ¿Y si no es, qué? ¿Pagas tú la multa?
—¡¡¡¡Que sí que es!!!!
Finalmente, viendo lo que hacían los vecinos, llegamos a la conclusión de que sí que podíamos bajar las bolsas la noche anterior. Con el frío que hacía, quién era el guapo que se levantaba antes de las 7.
Pero un día, cuando empezó el buen tiempo, empezamos a encontrar restos de basura, después de que pasara el camión. Y los residuos eran claramente nuestros: latas de comida de Federico, restos de arena de Federico, plásticos, pieles de plátano, mondas de mandarina, un asco vaya, la vergüenza de la escalera.
Pero no el gato-pantera. Hace unos días, hacia las 12 de la noche, oímos unos maullidos como de .... gato grande... o de .... pantera o de ...:
Y es que al final ha ganado la P. Y la P si quiere que se levante al alba y baile una conga, pero yo desde luego no.
En nuestro barrio, la basura solo se puede sacar a la calle el martes y el viernes. Hay dos tipos de basura: la supuestamente reciclable (digo supuestamente porque según la P todo va a parar al mismo sitio), que son los bricks, las latas, los envases de plástico, las botellas, los periódicos, y los papeles, que van en una bolsa naranja que regala el Council. Y el resto, que debe ir en una bolsa de basura de color negro.
Cuando nos instalamos en el flat, intepretar la reglas del Council nos costó una discusión de las gordas:
—¿Qué no lo ves, pedazo de obtusa? Lo dice claramente: NOT THE NIGHT BEFORE.
—¿Y tú, animal de bellota, que no entiendes lo que dice ahí? IF YOUR PROPERTY HAS A REFUGE STORAGE AREA THEN YOU SHOULD USE IT.
—¿Y qué coño es la refuse storage area?
—¡Y yo qué sé! Será el espacio que hay entre las rejas y el edificio, digo yo. Y Kerb debe ser la reja....
—Ya, la reja... ¿Y si no es, qué? ¿Pagas tú la multa?
—¡¡¡¡Que sí que es!!!!
—Me da igual, si dice que no se puede tirar, no se puede. ¡¡¡Y punto pelota!!!
—¡¡Que no dice eso!! Dice otherwise, y hay un punto y coma, por lo tanto los paréntesis no-a-pli-can.
—¡¡¡Vete por ahí, tú y tus paréntesis!!!!
Finalmente, viendo lo que hacían los vecinos, llegamos a la conclusión de que sí que podíamos bajar las bolsas la noche anterior. Con el frío que hacía, quién era el guapo que se levantaba antes de las 7.
Pero un día, cuando empezó el buen tiempo, empezamos a encontrar restos de basura, después de que pasara el camión. Y los residuos eran claramente nuestros: latas de comida de Federico, restos de arena de Federico, plásticos, pieles de plátano, mondas de mandarina, un asco vaya, la vergüenza de la escalera.
—¿Lo ves? Esto es que no deberíamos bajar la basura por la noche.
—Y dale. Pues si la baja todo el mundo.
—¿Pero que no lo ves? Debe haber animales merodeando por la noche.
—¡Eso mismo! ¡Mi gato-pantera, por ejemplo!
Pero no el gato-pantera. Hace unos días, hacia las 12 de la noche, oímos unos maullidos como de .... gato grande... o de .... pantera o de ...:
—¡¡¡Corre, corre, ven, veeeeen!!!
—¿Qué pasa?
—Mira por la ventana.
—Mira por la ventana.
Tres zorritos, hermosos, rojizos, con sus largas colas, parados en la esquina a tres metros de nuestra puerta, iluminados por las farolas de la calle. Nos quedamos un buen rato mirándolos. Así que ahí los teníamos, los causantes de los destrozos, esperando a que bajáramos la basura por la noche para comerse los restos de la comida de Federico. Solo que ya no la bajamos por la noche.
Y es que al final ha ganado la P. Y la P si quiere que se levante al alba y baile una conga, pero yo desde luego no.
12 de julio de 2013
El gato-pantera
Llevo un par de semanas totalmente obsesionada con un gato negro que vi el otro día desde mi ventana en el jardín de al lado. El gato llegó al final del jardín, pegó un salto acrobático, se paseó un momento por entre los árboles y saltó al siguiente jardín. Era un bicho tan grande que al principio creí que era un perro, pero la cuestión es que caminaba como un gato, así que si no era un gato, tiene que haber sido una pantera. Desde entonces, cada cinco minutos me asomo por la ventana a ver si vuelve a aparecer.
—Voy a ver si veo al gato-pantera.
—Ya me avisarás. Y si ves al cocodrilo-tigre o a la mosca-pez, me avisas también.
—Eres tonto y malo.
—Y tú muy lista. Ya me dirás que hace una pantera en medio de la ciudad.
—Bueno, igual era un gato grande. Pero te juro que lo vi.
Pero la verdad es que no lo he vuelto a ver.
En el jardín de al lado, cada vez hay más árboles y más hojas y más plantas, con lo cual me cuesta tanto divisar el suelo que me temo que un día de estos acabaré cayendo por la ventana y en vez de gato pantera lo que habrá en el jardín será un fiambre volador.
Aún así, cada dos por tres me asomo a la ventana.
—Voy a ver hoy si veo al gato-pantera.
—Y yo voy a buscar direcciones de psiquiatras.
—¡¡Pero es que te juro que lo vi!!!
—Ya, ya...
No, no, la P no me ayuda mucho, aunque de vez en cuando hace intentos por quitarme la obsesión.
—Cariño, ya lo tengo, no estás del todo loca. Estoy leyendo en el Evening Standard que un zorro ha atacado a una pareja y a su gato en el sur de Londres. Seguro que tu pantera es un zorro.
—Pero si nosotros vivimos en el Oeste. Además, ¿cuántas veces has visto tú un zorro de color negro?
—Hombre, pues algunas...
—Voy a ver si veo al gato-pantera.
—Ya me avisarás. Y si ves al cocodrilo-tigre o a la mosca-pez, me avisas también.
—Eres tonto y malo.
—Y tú muy lista. Ya me dirás que hace una pantera en medio de la ciudad.
—Bueno, igual era un gato grande. Pero te juro que lo vi.
Pero la verdad es que no lo he vuelto a ver.
En el jardín de al lado, cada vez hay más árboles y más hojas y más plantas, con lo cual me cuesta tanto divisar el suelo que me temo que un día de estos acabaré cayendo por la ventana y en vez de gato pantera lo que habrá en el jardín será un fiambre volador.
Aún así, cada dos por tres me asomo a la ventana.
—Voy a ver hoy si veo al gato-pantera.
—Y yo voy a buscar direcciones de psiquiatras.
—¡¡Pero es que te juro que lo vi!!!
—Ya, ya...
No, no, la P no me ayuda mucho, aunque de vez en cuando hace intentos por quitarme la obsesión.
—Cariño, ya lo tengo, no estás del todo loca. Estoy leyendo en el Evening Standard que un zorro ha atacado a una pareja y a su gato en el sur de Londres. Seguro que tu pantera es un zorro.
—Pero si nosotros vivimos en el Oeste. Además, ¿cuántas veces has visto tú un zorro de color negro?
—Hombre, pues algunas...
11 de julio de 2013
Irrepetible pastel
Llevo dos meses (oficialmente) instalada en Londres con la P y Federico. Dos meses, durante los cuales me he dedicado a buscar trabajo, a pasear, a remolonear, a desesperarme porque no sale nada, a ir al Parque a tomar el sol (sí, sí, hay sol en Londres), ir al cine a la sesión barata, visitar museos que son gratis, ir al gimnasio del barrio y poco, muy poco, a cocinar.
—Ya no me cocinas como antes....
—¿En serio? No me he dado cuenta....
Bueno, tiene razón la P. Lo más elaborado que he hecho últimamente es ensalada caprese o relleno para un sandwich de atún.
Esta semana, mortificada por el sentimiento de culpa, me decido por fin a utilizar mi cocina para algo más que para hervir agua o pelar una mandarina.
—¡¡¡¡Cariño!!!! Que hoy te voy a hacer el pastel de zanahorias que te prometí en Abril.
—¿¿El de pote??
—Tiene una pinta asquerosa, pero yo te lo hago.
Cojo el paquete y leo las instrucciones. Realmente hay que ser un vago rematado para no hacerlo. Todo consiste en mezclar el preparado con agua (¡agua!) y tres huevos. Me pongo manos a la obra y en un plis tengo mi mezcla lista para poner en el molde.
La P es un ingenuo rematado.
—Ya no me cocinas como antes....
—¿En serio? No me he dado cuenta....
Bueno, tiene razón la P. Lo más elaborado que he hecho últimamente es ensalada caprese o relleno para un sandwich de atún.
Esta semana, mortificada por el sentimiento de culpa, me decido por fin a utilizar mi cocina para algo más que para hervir agua o pelar una mandarina.
—¡¡¡¡Cariño!!!! Que hoy te voy a hacer el pastel de zanahorias que te prometí en Abril.
—¿¿El de pote??
—Hombre, no le pidas peras al olmo tú tampoco.
—Que no, que no, qué bien, tiene una pinta buenísima.—Tiene una pinta asquerosa, pero yo te lo hago.
Cojo el paquete y leo las instrucciones. Realmente hay que ser un vago rematado para no hacerlo. Todo consiste en mezclar el preparado con agua (¡agua!) y tres huevos. Me pongo manos a la obra y en un plis tengo mi mezcla lista para poner en el molde.
—Anda, ¡¡que se me ha olvidado comprar moldes redondos!!
—Vaya, ¿pero no tenías uno de aluminio?
—Sí, pero era para el pastel de manzana que pensaba hacerte un día de estos.
—¿Un día de estos del siglo próximo?
Cojo el molde de aluminio, lo lleno, y enciendo el horno, no sin ciertas dificultades para entender las instrucciones. A los 45 minutos lo saco del fuego y cuando se enfría lo desmoldo.La P es un ingenuo rematado.
—¡Qué buena pinta!
—Ejem... eso es que no lo has hecho tú. No te lo he enseñado antes de ponerle en el horno ¿no?
Aún así, vamos a darle un voto de confianza a la Betty Crocker. Por la noche, después de cenar, corto un trozo para cada uno y espero el dictamen del experto.
—Hmmmm... uggggg....eccssss. Sabe a colonia ... o a perfume... ¿Me lo tengo que comer?
11 de marzo de 2013
Garbansos
Cuando ya pensaba que no iba a ser capaz de emularme a mi misma, me sorprendo con un nuevo experimento culinario que permite sacar a relucir mis habilidades para salir airosa de cualquier receta, por sencilla que sea. Y es que desde que soy ama de casa, se me ha abierto un mar de posibilidades.
El fin de semana pasado, se me ocurrió preparar por primera vez en mi vida los garbanzos que me trae, sin yo quererlo ni beberlo, la cesta de Disfruta y Verdura. En condiciones normales, se los habría regalado a mi madre, pero justo concurría una circunstancia absolutamente única y que es esta:
Es decir, tener en la nevera algunos ingredientes para poder hacer algo más que un cocido de postguerra.
—Ejem ¿no me digas que vas a hacer garbanzos?
—Fíjate si los voy a hacer, que los pongo en remojo ya mismo para prepararlos mañana.
—Creo que mañana he quedado.....
Al día siguiente, hacia la una, me pongo manos a la obra. Como son mis primeros garbanzos chispas, recurro a Google y encuentro una receta que requiere más o menos lo que tengo. En realidad me falta media cebolla, dos zanahoria, el ajo, el perejil y el tomate frito, pero eso es pecata minuta. Buena soy yo.
Siguiendo la receta, empiezo a picar la cebolla.
Luego el calabacín.
En eso vuelve la P de jugar a paddle, que de verdad, desde que vivimos juntos, tiene más vida social que una celebrity.
Como a mi los garbanzos me soplan la pestaña, lo cojo por el cogote para que colabore un poco:
—Mírame qué pone en la receta sobre las zanahorias, anda.
—¡Y yo qué sé!
—Pues eso es lo que te pido, ¡¡¡que lo mires!!!
Refunfuñando, lee la receta.
—Que las peles y las cortes a trocitos.
Esto es fácil, corto mi única zanahoria con mucho esmero. Dan ganas de guardar los trocitos embalsamados para la posteridad.
—Oye, mientras acabo con esta obra de arte, rállame esos cuatro tomates que están a punto de caramelo, así los aprovechamos.
—Hmmm ¿con qué los rallo?
—Con el rallador, ¿con qué va a ser? ¿Con la lima de los pies?
Coge un tomate, y entero y orondo lo empieza a rallar.
—¿¿Pero qué haces rallándole entero?? ¡Pártelo en dos, que te va a explotar!
—¿Y a mi qué me cuentas? Habérmelo dicho. Yo obedezco órdenes estrictas y concretas.
—Ya veo, ya....
Mal que bien, ralla mis cuatro tomatitos y se esfuma.
Pongo aceite en una cazuela y echo la cebolla y la zanahoria a rehogar con un poquito de ajo en polvo que he encontrado por ahí, y a los 10 minutos (en realidad 5 porque me puede la impaciencia y el olor a chamusquina) los calabacines.
Al cabo de un rato, añado los garbanzos escurridos, el tomate triturado, un puñadito de azúcar y un suspiro de sal.
Remuevo un poco y añado dos vasos de caldo Avecrem que he preparado en paralelo. Todo va viento en popa, no me ha faltado casi nada. Y eso en mi, es inaudito.
Bueno, ¿y ahora? ¿Cuánto tiempo lo dejo al fuego? Voy a ver qué sigue después de lo del caldo:
¿Cómo que «avive el fuego y deje cocer cuando empiece a hervir a fuego lento hasta que todos los ingredientes suelten su sabor»? Esta frase no tiene ni pies ni cabeza. ¿Y yo cómo sé si los ingredientes sueltan su sabor o se lo guardan para ellos en plan egoist egoist? ¿Y después? ¿Cómo que «sirve en el plato»? ¿Cuánto tiempo tiene que hervir? No entiendo nada....
En eso, vuelve a entrar la P a ver cómo va todo.
—Hmmmm, ¡qué buena pinta!, dice para hacerse perdonar.
—Pues buena pinta, no te digo que no, pero yo creo que aquí falta algo.
Vuelvo a leer la receta, esta vez desde el principio.
Glups... Creo que me he equivocado.... Dice garbanzos COCIDOS, no remojados como los míos. ¿Y ahora qué hago? Son casi las 2 y tengo a la P aquí relamiéndose.
Bueno, a ver, que no cunda el pánico. Voy a hacer lo que hice un día con mi pastel de manzana.
Aprovechando que los garbanzos crudos se han ido al fondo de la olla, separo los garbanzos de la mayor parte de las verduras.
Añado agua caliente, tapo mi ollita de garbanzos y dejo cocer. Calculo que estarán listos .... en unas 4 o 5 horas.
—Oye, que comeremos ensalada y unos palitos de merluza ¿¿¿eeeh???
—Valeeeee.
—Y los garbanzos los dejamos para cenar ¿¿eh??
—Que sííííí...
Y efectivamente, esto fue lo que cenamos.
Estaban buenísimos.
Pero estoy segura de que la P, por mi, se los hubiera comido hasta crudos.
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