28 de marzo de 2010

Constelaciones familiares

Siempre me hizo mucha gracia la historia circular familiar sobre la aventura de un hermoso racimo de uvas. El padre de familia lo recogía en su viñedo, pero no se lo comía. Lo llevaba a su casa para ofrecérsela a la madre de familia. Esta, muy emocionada, se lo daba a escondidas a su hijo, quien, sin decirle nada a nadie, se lo llevaba a su hermana. Pero ésta tampoco lo tocaba. Esperaba el regreso del padre, que encontrándose el racimo en su plato, estrechaba a su familia en brazos alzando los ojos al cielo.

Yo también tengo una familia que circula racimos de uvas. Esta mañana, mientras me encontraba en la sala de espera del médico por una pequeña dolencia, me llama mi madre. —Por dios, cuando salgas, me llamas y me informas, que eso no me gusta nada — me suelta. Llego al trabajo y la tranquilizo.  —Bueno, pues llama a tu hermana que está muy preocupada. ¿Cómo preocupada? Pero ella cómo sabe que he ido al médico? —La he llamado yo para decírselo—. Bueno, pues nada, llamo a mi hermana, y vuelvo a explicar que no es nada grave. Uff, menos mal. Pues llama a papá que está que se sube por las paredes. ¿Ahora tengo que llamar a papá? !Pero si acabo de hablar con mamá! Pues yo acabo de hablar con él y está muy nervioso, así que llama immediatamente, porque no quiere irse de vacaciones si no le tranquilizas — Cuelgo. No me lo puedo creer. ¡La que han liado durante los veinte minutos que he estado en el médico! En ese momento, entra una llamada de mi padre, y me pregunta cómo estoy, como si me quedaran horas de vida. Papá, que no es nada. ¿Pero no te ha dicho nada mamá? No, no, no he hablado con ella, ella se ha quedado en casa esperando noticias y yo he tenido que salir. ¿Estás bien? Que sí, que no es nada. Bueno, menos mal, pues llama enseguida a tu hermana y a tu madre, y les dices que ya me has llamado. Y que vuelvan a hacer las maletas, que ahora ya nos podemos ir de vacaciones.




C'était une homélie de Lamenais, qui racontait l'aventure d'une grappe de raisins. Le Père de Famille la cueillait dans sa vigne, mais il ne la mangeait pas : il la rapportait à la Maison, pour l'offrir à la Mère de Famille. Celle-ci, très émue, la donnait en cachette à son Fils, qui, sans rien en dire à personne, la portait à sa Soeur. Mais celle-ci n'y touchait pas non plus. Elle attendait le retour du Père, qui en retrouvant la Grappe dans son assiette, serrait toute la Famille dans ses bras, en levant les yeux au ciel. Marcel Pagnol, La Gloire de mon Père

1 comentario:

Claire de Lune dijo...

Ves como tu familia en el fondo te quiere??? Por cierto cómo estás???