Después de una semana dándole vueltas al menú y tras descartar la opción bocatas para todos, decidí repetir la sopa de galets, así que un par de días antes, me planto en la carnicería para comprar la pilota. En el escaparate, veo un redondo de pollo la mar de mono:
Yo: ¿Eso es fácil de hacer?
Carnicera: Mega fácil. No tienes que hacer casi nada.
Yo: ¿Pero así tal cual? ¿Lo pongo en el horno y me voy a ver la tele?
Carnicera: Bueno, mujeeeer... Primero lo fríes en la sartén, luego lo pones en una cazuela, con algunas verduras troceadas, le añades un chorro de vino o de lo que tengas, y lo dejas una hora, más o menos....
Yo: Huy sí, qué fácil, vamos, como un bocata de queso.... ¿Y las verduras? ¿A qué verduras se refiere?
Carnicera: Pues un poco de todo, zanahorias, tomates, ajo y cebolla, lo que tiene todo el mundo en casa.
Yo: Ya, bueno, es que yo normalmente, en casa no tengo nada…. Por no tener, no tengo ni cazuela….
Carnicera: Bueno mujer, pues lo haces al horno. Cuando está frío, lo cortas. Y las verduras, las pasas por el minipimer y te queda un salsa buenísima. Y ahí mismo lo calientas. ¡Si es facílisimo! Si hasta un manco, ciego y sordo puede hacerlo.
Yo: Si es así....
El viernes por la mañana, me escapé del despacho y me fui a la pollería de la esquina:
Pollera: Nena, ¿qué te pongo?
Yo: Pues algo de pollo… para hacer caldo.
Pollera: ¿Te pongo una carcasa?
Yo: Hmmm, mejor dos, que somos muchos y no me fío yo de mi segundo plato. Pero, oiga, una cosita, me las prepara para que no se vea que son pollos...
Pollera: Tú no te preocupes, te lo cortaré todo tan bien que no los va a reconocer ni el gallo Claudio.
Yo: Los cuellos no los quiero ¿eh?
Pollera: Sin cuello.
Yo: Y nada de patitas ni bracitos, que me da mucha pena.
Pollera: Pero mujer, que la carcasa no lleva patas, ni que fuera Calimero...
Yo: Y tampoco quiero lo de dentro eh, los riñones, o los hígados, ni esa cosa verde que tienen los pollos....
Pollera: ¡Que sí, que ya lo he entendido! ¡Que tú lo que quieres es un caldo Maggi!
Así fue, más o menos. Pero al final salí con mis dos carcasas. En una bolsa transparente de plástico, toda manchada de sangre. Menuda carnicería había hecho la pollera con los dos pollos, qué asco, y encima me la tuve que llevar al despacho.
El 25 por la noche, me puse a hacer el caldo, y antes de irme a dormir, apagué el fuego. A las 8 de la mañana, la P me despierta:
—Oye, sacaste la carcasa del caldo, ¿no?
—¿Yo? Pues no.
—¡Te dije que lo hicieras! Si no lo sacas, no queda bien.
—Y yo te dije que eso te tocaba a ti, que yo ya no quería ver más a los pollos. ¡Con lo que me costó ponerlos en la olla, que me tuve que poner gafas de sol, casi me da un síncope!
No tuvo más remedio que levantarse.
Después de desayunar, seguimos cocinando. Terminada la operación “filtro”, cocimos la pilota y los galets por separado, y dejamos la olla lista para calentar.
Luego me puse a hacer el puré. Pelé las patatas, las corté en trocitos la mar de monos, y los puse a cocer. Una vez en su punto, cogí mi machacapatatas, que es un aparatito que me encanta, ya que tanto sirve para des-sesar a un ladrón, clavar un clavo o hacer burbujas, añadí un poquito de mantequilla, un chorrito de leche, lo aplasté todo con mucho brío y lo dejé listo para calentar.
Mientras tanto, la P cogió el redondo de pollo como si fuera un balón de rugby, y lo selló en una sartén. Yo me dediqué a algo más de mi nivel: lavar y cortar la verdura, tal como me había recomendado la carnicera. Colocamos todo en una fuente, añadimos un chorrito de caldo y otro de jerez (tras descartar la absenta, el tequila y el Marie Brizard) y lo pusimos al horno. Al cabo de un rato la P se me ilumina:
—Oye, has puesto sal y pimienta ¿no?
—Yo no, ¿y tú?
—Yo tampoco.
—Anda mira, también me he dejado los ajos...
—Venga, abre el horno que esto se arregla en un plis.
Hora y media más tarde, sacamos el asado del horno y lo dejamos enfriar. Pasé la verdura asada por el minipimer para hacer la salsa y la dejé en una cazuelita tapada. Finalmente, la P cortó el asado en rodajas y las colocó en un plato.
Era el turno del pastel de castañas. El paso número 3 de la receta decía así: "Poner a calentar las castañas con la leche y dos cucharaditas de azúcar. Cocerlas 5 minutos y, cuando estén blandas, pasarlas a un bol. Aplastarlas con un tenedor y dejarlas enfriar."
La primera frase era fácil, ¿pero cómo interpretar la segunda? ¿Pasar las castañas a un bol después de cocerlas 5 minutos, o bien pasarlas al bol cuando estén blandas? Porque a los 5 minutos, mis castañas seguían duras como una roca y eso no lo aplastaba ni Poseidón con su tridente, y a los diez se me había quemado la cazuela. Menos mal que mi madre había prometido traer un Panetone y una piña.
Finalmente, a las dos y media, estaba todo listo. La mesa puesta, el vino abierto, los aperitivos en la mesa, la cocina impecable y todos los platos preparados en el mármol, sólo faltaba calentarlos en el último momento.
Los invitados llegaron como siempre, abrigados como si fueran a pasar un día en Siberia. ¡Exagerados! Si lo mejor es tener la casa a temperatura ambiente. Ambiente navideño, claro. Además este año incluso tenía un belén.
Nos sentamos a la mesa a degustar los aperitivos. Cuando vi que ya estaban terminando, me fui a la cocina para empezar a calentar mis platos y de repente:
¡¡¡CRAAAAAAAAASHHHHHHHHHHHHHH!!!
La familia al completo se planta en la cocina.
F.A.C: ¿Pero qué ha pasadoooooooooooooooooooo?
¿Qué ha pasado? Pues que del alto del armario se ha resbalado una bandeja, ha ido a parar sobre uno de los platos, y quinientos mil millones de pedazos de vidrio han salido volando en todas direcciones. Mi estupendo, delicioso, perfecto menú de San Esteve se ha ido a tomar por saco.
Yo: ¡¡¡¡¡¡Buaaaaaaaaaaaaaaah!!!!! ¡¡¡¡Mi comidaaaaaaaa!!!!
F.A.C: ¡¡¡OSTRAS!!! ¿Se te ha roto un plato?
Yo: ¡¡Síííí!! ¡¡¡Buaaaaaaaaaaa!!!
F.A.C: ¿Y han caído cristales en la sopa?
Yo: ¡¡Síííí!!
F.A.C: ¿Y sobre la carne también?
Yo: ¡¡Síííí!! Y también en la cazuela del puré.
F.A.C: ¿Y no podemos comer nada?
Yo: Pues a menos que seamos una familia de fakires, no veo cómo.
Lo tuvimos que tirar todo excepto el caldo. Mi hermana y mi madre, que son muy científicas ellas, decretaron que si lo pasábamos por el colador, no habría peligro. Yo rescaté unos galets de la despensa, y compusimos la sopa. Los mosquitos, mientras tanto, intentaban consolarme.
Por suerte, recordé que tenía 8 huevos en la nevera y los puse a hervir. Abrí una latita de atún y un pote de espárragos. Mi hermana había traído restos de ensalada de rúcula del día anterior y rescaté un tomate. Y por último, adornamos los huevos con la salsa de verduras, que como estaba tapada, sobrevivió al desastre.
Lo dicho. El año que viene un bocata y andando.