Ayer Sant Esteve, tocaba la comida anual en mi casa con la familia Lío. Después de muchas dudas existenciales, consultas repetidas a mis abandonados libros de cocina, incursiones en recetarios navideños de Internet, me decidí por el menú siguiente, mezcla de menú tradicional, y menú voy-a-hacer-lo-que-me-dé-la-gana:
- Aperitivo: jamón, cortesía lote de Navidad de la empresa.
- Primer plato: sopa de galets, a petición expresa de la P., con ¨pilota¨, cortesía de la casa.
- Segundo plato: solomillo con piña en salsa de moscatel (cortesía de la revista navideña del Caprabo)
- Quesos: Pont l’Evêque y
Président(este último se me olvidó sacarlo del congelador) - Postre: Pastel de chocolate de la Cocinera con mermelada de fresa
- Merienda: Pastel de limón de la Cocinera
Empecé el día anterior haciendo los dos pasteles y la sopa a la vez. Hacer los pasteles era fácil hasta para mi: abrir las bolsas y escurrir bien la pasta en un molde enharinado que tuve que ir a comprar corriendo el día 24 a las 9 de la noche.
Para la sopa, me lo curré bastante más. Cogí dos ollas (las más grandes que tengo) y repartí a partes iguales las hierbas del caldo y el pollo, una pierna por un lado y un ala por el otro. Luego vacié una garrafa de cinco litros en las dos ollas y dejé que hirviera dos horas y media. Cuando ya estaba la cocina llena de vapor, colé mis dos ollas y dejé el caldo en reposo. Recuperé parte de la carne y las hierbas y volví a hacer un caldo (¿un caldo de restos de caldo es un caldo?). Y me fui a dormir, que ya era tarde.
A la mañana siguiente, con la ayuda de la P. mi pinche de cocina a la vez que novio mío en sus ratos libres, tocaba arreglar la casa, pasar el aspirador, encerrar a Federico para que no se comiera nada, poner la mesa, enchufar las estufas, y sobre todo, acabar de cocinar. Los invitados llegaban a las 14h30.
Empecé poniendo la “pilota” a hervir en el caldo sobrante. Como al final no había quedado suficiente, le añadí un litro de caldo tetra brick. Hacia la 13h00, todo estaba listo menos los acabados culinarios. Empezamos con la decoración del pastel de chocolate: lo abrí por la mitad y le añadí la mermelada de fresa. Luego mi pinche le puso por encima azúcar glass y le incrustamos los añicos de una bola de chocolate de Ben10 que alguien me había regalado. A las dos menos cuarto, puse el caldo a hervir y a los 15 minutos heché la pasta. Mientras tanto, en una sartén la P. selló los solomillos y una vez sellados les pusimos sal y pimienta y los dejamos a la espera en el horno. En la sartén, pusimos las rodajas de piña y dejamos que se hicieran un rato. En la revista decía que entre la carne y la piña soltarían mucho jugo, pero en nuestro caso no soltaron nada de nada, así que cojí el moscatel (otra cortesía del lote de Navidad, aunque del año 2001) y le eché un buen chorro. Ya se sabe: a grandes problemas, grandes remedios. Luego me acordé de que los mosquitos son menores y que no deberían beber alcohol pero ya era un poco tarde. Al rato retiramos la piña, y dejamos que el moscatel se fuera reduciendo (mi primera reducción chispas). Finalmente, abrimos dos botellas de vino tinto, cortamos el pan, preparamos un plato con virutas de jamón, y en ese momento sonó el timbre, y puse el horno a calentar.
Los invitados llegaron todos a la vez, como siempre, con mantas, abrigos, los patines de un mosquito, el patinete del otro, el ordenador para ver la peli, los altavoces para oirla.... No entiendo cómo no se trajeron a los hámsters.
Mientras terminábamos el aperitivo, puse la carne en el horno, y nos sentamos a comer. La sopa estaba, malo está decirlo, buenísima, tanto, que más de uno me ha pedido que no haga otra cosa que sopa el día de San Esteve (es decir no más experimentos). Lo mejor para todos fue cuando me acordé de la ¨pilota¨, y corrí a la cocina a buscarla. Hubo patadas, tortas y zancadillas. ¡Qué éxito! Si la señora de la carnicería lo supiera, les sube el precio.
A los 20 minutos, saqué la carne del horno. Estaba en su punto, jugosa, deliciosa. Nadie se lo podía creer, ni yo misma. La carne iba acompañada de la piña al moscatel, chutney de mango y compota de manzana, que no pega nada pero era mi aportación, que si no, me estaba quedando todo demasiado perfecto y una tiene que mantener su fama de desastre culinario.
Para acabar, saqué el pastel decorado con el huevo de chocolate deconstruido. Preparé la cafetera y saqué los licores de rigor, que nunca pueden faltar después de una comida en mi casa, para matar lo que haga falta, aunque ayer, increíblemente, todo el mundo estuvo de acuerdo en que no hacía falta. Hasta hubo pastel para la merienda después de la película.
Lástima que entre tanto ajetreo y tanta perfección, no se me ocurriera sacar fotos. Cosas del directo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario