La preocupación excesiva lleva a observaciones cuanto menos curiosas. La P. está sujetando fuerte a Federico para que no salte al jardín y se dé un atracón de hierba, que le sienta como un tiro. Lleva un buen rato quietecito, más bueno él, y me acerco a hacerle un mimo.
―Ostras, ¡a Federico se le sale el omóplato!
―¿Pero estás tonta? !Eso es mi dedo!
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