19 de agosto de 2010

Vacaciones fase I

Bueno, pues sí, al final se escapó. Me llevo al gato para no dejarlo sólo en casa, y va y se me pierde. Cuatro días perdido, de los siete que estuvimos fuera. Cuatro días gritando día y noche por los campos, a ver si volvía. Vaya panzá de llorar. Si hasta subió el caudal del río y cambió la climatología por exceso de humedad salina. Eso sí, qué bonito sitio para llorar.


Al final, un día antes de volver, el muy capullín reapareció tan feliz a las 5 de la mañana. Dijo miau y entró. Había perdido el arnés y estaba muerto de hambre, pero yo lo vi más gordito, seguramente porque me lo había imaginado todos esos días hecho una piltrafa, sin un ojo, con la costilla fuera, mugriento, lleno de telarañas y flaco.

Federico, dos minutos antes de escaparse. Nótese el arnés de seguridad, medallita con teléfono, chip incrustado en cogotera, jardín con seto...

Federico, reaparecido, seguro en su jaula. De aquí ya no se escapa.


Y es que cuando una se empeña en tener dotes de futurista, al final lo consigue.

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