Esta noche he soñado algo muy raro. Estaba cenando con mi padre, que no era mi padre, si no un playboy cuarentón, con el pelo rizado, y le contaba lo que me había explicado mi amiga R unos días antes. R había descubierto que su padre tenía tres cédulas de defunción, y se había escapado del pisquiátrico para confrontar los hechos con su madre en Nochebuena. La madre no había tenido más remedio que abrirle la puerta y mi amiga había descubierto que los papeles de la muerte de su padre ya no estaban en la caja fuerte. A la mitad del relato, a mi padre le daba un yuyu y yo pensaba que se había atragantado con una endivia. Se quitaba la chaqueta para que le diera el aire, y entonces se le caía un caja con unas pastillas y dos papeles de fumar, y a mi me parecía todo muy sospechoso, en particular porque me había dicho que estaba preparando un viaje a Lisboa y yo me imaginaba que tenía una amante que le estaría esperando. Después, se recuperaba y se iba con un bebé que tenía por ahí y yo le seguía para cuidar al bebé. Ibamos a su casa y abría la nevera para coger leche pero la nevera estaba muy sucia y la mantequilla mucho más.
Cuando me he despertado, le he contado el sueño entero a la P. con pelos y señales.
—Si utilizaras la energía que gastas en tus sueños en aprender a cocinar, serías como Martín Berasategui.
Como me he picado, voy a preparar ahora mismo un plato de mi invención: verduras al wok con arroz basmati. Sí, ya lo sé, el plato no es muy original, pero el modus operandi seguro que sí.
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