5 de julio de 2011

Cuidagatos y otros especímenes

Cada vez que me voy de vacaciones o de fin de semana, me las veo y las deseo para encontrar a alguien que se encargue de Federico. Durante años, la solución fue alquilar mi piso por un módico y simbólico precio. Ponía anuncios en Internet (al principio en Iagora y más tarde en Loquo), y el éxito estaba asegurado. Por mi casa pasaron una ristra de personajes a cuál más pintoresco, que a veces se tenían que quedar más tiempo de lo previsto, y entonces pasaban a ser compañeros de piso por unos días:
  • Sabine, una chica austriaca con tendencias depresivas y algo tortuosa, que en vez de ejecutiva de Siemens quería ser bohemia (verano del 1999). La última vez que la vi me dijo que después de haber estudiado ilustración para optar a la categoría de bohemia, se dedicaba “a atender a niños pequeños mientras sus progenitores realizaban tareas que no permiten atender a sus hijos”, en una palabra: era canguro. Más bien rarita esta chica, me deprimía sólo de verla.
  • Carlos, un amigo mío que trabajaba de camillero en el Hospital de la Vall de Hebrón y su sueño era  ser actor de musicales. Justo cuando estaba por tirar la toalla, pasó un castíng para un musical y de ahí dio el salto al estrellato (verano del 2000).
  • Diana, una diseñadora colombiana, un encanto de criatura que vive en Nueva York, y que fue la única que pudo corroborar la presencia de fantasmas en mi casa gracias a la fabulosa frase ¡¡¡Yo también los he visto!!! (verano del 2001). Un día dedicaré un post a mis queridos fantasmas...
  • Sophie, una artista conceptual de Bruselas, semi alcohólica, con quien compartimos noches de vino y rosas y que, afortunadamente para mi hígado, sólo se quedó conmigo un mes más (verano del 2002).
  • Una mexicana un poco autista de la que no recuerdo el nombre ni ella el mío (verano del 2003).
  • Dos estudiantes croatas, uno biólogo y otro veterinario, que cuidaron muy bien de Federico profesionalmente, pero no tanto de un gato egipcio de basalto, que me encontré reconstruido con pegamento Imedio (verano del 2004). A saber las juergas que se pegaron en mi casa los dos… Me puedo imaginar de todo.
  • Un diseñador que necesitaba un piso para instalarse mientras reformaba el suyo y que tenía una idea un tanto extraña de la limpieza (verano del 2006). Me dejó el piso como los chorros del oro, pero del oro líquido: para despegarte del suelo hizo falta utilizar disolvente universal.
Exceptuando dos años en que le encargué el cuidado de Federico a mi vecino holandés, siempre me las arreglé para encontrar a alguien que me solucionara las vacaciones. De repente un año, el ambiente en Loquo empeoró muchísimo y decidí cambiar de estrategia buscando otra modalidad de inquilinos: los “cuidagatos”. Mi primera cuidagatos fue Isabel, una enfermera uruguaya que se instaló en casa en el verano del 2008 y que no se fue hasta Marzo del 2009, una cuidagatos de largo alcance, digamos. El verano siguiente, encontré por Craiglist a Maud, una actriz holandesa entrada en años que iba a asistir a un misterioso congreso en el Fórum y pedía hacer un intercambio de casas para ahorrarse el hotel. Supongo que era una actriz venida a menos. El intercambio nunca lo hicimos, pero se quedó en casa a cuerpo de rey para poder ir a su congreso que resultó ser de Exdrogadictos Anónimos. A la vuelta pensaba encontrármelos consumiendo opio, pero no. El año pasado, encontré también por Craiglist a una diseñadora de joyas de Nuevo México, Lory, tatuada hasta los tuétanos, que se instaló en casa con su novia y ambas cuidaron de Federico como si fuera el hijo que no tenían.

Por increíble que parezca, jamás he tenido ni un solo problema con nadie. Y Federico tampoco, aunque a  juzgar por su expresión...
En diciembre pasado, para perfeccionar la modalidad cuidagatos, me apunté a una Web neozelandesa que pone en contacto a gente que necesita quien le cuide la casa y/o la mascota, con gente que se ofrece a tomar el primer avión a dónde haga falta para poder disfrutar de una estancia gratis de días, de meses o incluso de años. La idea no está nada mal. Cada vez que publico un anuncio, recibo un mínimo de diez respuestas acertadas, y enseguida tengo que quitarlo, si no quiero arriesgarme a tener que lidiar con centenares de voluntarios que después tendré que filtrar.  Y es que escoger quien puede venir y quien no no es tarea fácil, pero creo que con los años he perfeccionado una técnica de filtraje para acertar con mis inquilinos. 
  • Emily, una abuelita americana, que tiene un B&B en Vermont y que vino para Fin de Año.
  • Katherine, una lady neo zelandesa muy propia y discreta que estuvo en Semana Santa.
  • Georgina, otra señora neo zelandesa que estuvo aquí para el puente de San Juan y algunos días más
Resulta que esta última se ha emperrado en volver en Agosto, y me ha dejado a modo de paga y señal, como marcando territorio y derechos de posesión, una bolsita con toiletries (champú, cremas, kleenex, pasta de dientes, suavizante) y una sospechosa papelina de té.
La P tiene su opinión particular sobre ella:
Esta mujer que no vuelva, tiene cara de loca.
Bueno, sí, un poco, ….
Está loca, te lo digo yo. ¿Además has visto cómo tienes las plantas desde que te hizo de jardinera?
Un poco muertas ¿no?
¿Un poco? ¡Si esto parece Txernobil! Y además ¿no te dijo que no había congeniado bien con Federico?
Igual  es que se esperaba que fuera el principio de una gran amistad y Federico ha pasado de ella como de la mierda.
Normal,  Federico es un gato muy listo y le habrá visto la cara de loca.
Así que he optado por decirle que sorry y escoger a otra señora, también de Nueva Zelanda, total todo queda en casa y a rey muerto rey puesto.

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